EL PASEANTE INSATISFECHO
El arte tiene la virtud de transformar en belleza aquello que en la vida práctica vemos como cotidiano, cuando no sencillamente vulgar. El espacio que nos rodea, con frecuencia, esta impregnado por todos aquellos acontecimientos que nos conducen a ordenar nuestras vidas del modo en que esta previsto que suceda. Se construye eso que llamamos Sociedad; y no son muchos los que tienen la capacidad de abstraerse lo necesario para convertir esa imagen trivial y vulgar en una representación que tenga la fuerza necesaria para que mantenga la realidad y además dotarla de belleza.
Manolo Moreno pertenece a una generación de artistas que quisieron observar la realidad de su entorno de un modo diferente, ordenar un caos existencial a través de colores y formas que se sustentan en lo cotidiano pero que tienen su esencia en el subconsciente colectivo y en la propia psicología del artista.
La galería de obras de Manolo Moreno, esta colección que presenta, esta construida sobre los elementos que forman parte de su vida. El eje central de la composición de su obra esta basada en la luz, la imagen luminosa de la sociedad que le rodea, donde se integran elementos irreales, que apenas esbozados, nos hablan de su mundo real, a medio camino entre el entorno natural y la sociedad industriosa en que quizá quisiéramos vivir, y sobre todo ello, en muchas ocasiones, la lluvia, pétalos de vida que parecen desprenderse de un cielo azul para caer sobre los sólidos suelos que asientan su obra, pequeñas gotas de color que vivifican el conjunto aportando dinamismo y ritmo y quizás suavizando la probable rudeza del entorno.
Y las palabras, repetidas en frases ilegibles que aunque parezcan solo un recurso plástico tengo la impresión de que es un intento de trasmitir con otro lenguaje esa insatisfacción que como artista le mueve a crear, y que particularmente en él, puede significar el grito poético que proclama su necesidad de expresarse.
Y también la gente que le rodea, las caras de las personas que tiene cerca, la que le rodea, irreales figuraciones de personas que viven sus vidas con naturalidad pero que tienen marcados en sus rostros las heridas que han marcado su existencia. También, es cierto, son el continente de una expresión artística llena de color y sensibilidad plástica, pero no con el ánimo de representar lo negativo que hayan podido padecer, simplemente la representación de lo que el artista ha ido observando y su sentimiento a la hora de plasmar su propia realidad.
Una obra amplia y compleja, variada en las formas y soportes, vencida a veces por las dificultades de lo cotidiano pero convincente en la forma y en el fondo, asentada en un estilo sosegado donde la técnica y el conocimiento del color ayudan a un trazo limpio, escrupuloso, que le permite componer una obra serena que tiene la capacidad de impresionar al espectador, atraer su atención a ese mundo entre metafísico y mundano que tiene como mérito principal hacer fijar la mirada y percibir que probablemente por encima de nuestra observación hay algo más.
Manolo Moreno, más allá de esta muestra, es un artista que vive su arte desde su propio mundo interior pero sin perder de vista la realidad que le rodea, como un paseante que mira a su alrededor en busca de los motivos que podrían hacerle comprender cual puede ser el destino de su incesante imaginación.
Manolo Moreno es uno de esos artistas que puede ver esa realidad cotidiana, incluso fea y vulgar y convertirla en un pedazo de vida, en belleza. Es la percepción de aquel que se pasea y se siente insatisfecho hasta que no ha esbozado sus conflictos en un argumento plástico.
El resto, corresponde al espectador.
Manuel González
Fuengirola 2015.